Por Irene Molina para #ElResaltador
Una evocación a los videojuegos de mi niñez y un puñado de sensaciones que descubrimos a través del juego.

Probablemente esta sea la nota que más me guste escribir. Y si sos una persona que está cerca o pasó los treinta espero que te guste leerla.
La primera vez que nos mudamos de casa, recuerdo que no estaba armado el escritorio pero si la computadora. No se papi, porqué tomaste esa decisión, pero banco. Yo tenía cinco años y estaba tirada boca abajo en el piso tocando la compu por primera vez.
Realmente tengo muy presente ese momento, no solo porque estaba en el piso frente a un aparato bastante raro, si no, porque iba a ser mi primer contacto directo con la tecnología y la primera vez que me iban a dejar participar activamente de ella. Ahí es donde empezó todo.
Una vez que la compu estuvo sobre un escritorio, llegaron los primeros videojuegos. Música para mis oídos cuando mi papá me decía: “Negra, vení” desde esa habitación. Algún jueguito nuevo me iban a presentar. Perdoname buscaminas pero nunca te encontré el sentido.
No voy a mentir, no sé en qué orden llegaron a mi vida y tampoco sé todavía de dónde sacaba mi papá tantos juegos. Lo que sí recuerdo es la adrenalina de que no me comieran los fantasmitas del Pac-Man, la música del Mario Bros, las arenas movedizas del Pitfall the Mayan Adventure.



La frustración de escuchar algunos sonidos del Earthworm Jim, mi fascinación por mi primer juego de aventura gráfica Grim Fandango y su doblaje en español, mi desilusión cuando descubrí que solo era una demo. Las tardes enteras dedicadas al Sonic y por supuesto inventar mi propio juego en el Warcraft porque no lo entendía.
Hola Family Game. Yie Ar Kung-Fu y Duck Hunt después de Dragon Ball a las siete y media de la tarde. También callejeaba bastante. Me metía en hospitales abandonados, llevaba perritos abandonados a casa que no me iban a dejar tener y jugaba a las barbies.
Aún así nada se comparaba con la sensación de levantarme un sábado a la mañana y prender la compu para seguir alguna historia guardada en el horario que en otro día cualquiera tenía que estar en la escuela.


Una vez ya instalada en la preadolescencia apareció por arte de magia el primer videojuego de Harry Potter. Llegaron Los Sims y la picardía de encerrarlos en la pileta. Descubrí mi amor por el mundo abierto en el GTA San Andreas. Me reí con las peleas entre los gusanitos que hablaban gracioso del Worms y observe de lejos como jugaban al Counter en algún cyber del barrio.
Hace unos días les pedí que me contaran que significaron los videojuegos en sus infancias…
- Una diversión anónima: videojuegos desde perspectiva de género - agosto 19, 2023
- ¿Dónde encajan los videojuegos en la cultura? - febrero 3, 2023
- Infancias y videojuegos: una nostalgia no tan pixelada - febrero 2, 2023