Llevo mucho tiempo queriendo escribir algo sobre Lara Croft. Al fin y al cabo, Tomb Raider es una de las sagas de videojuegos más famosas de todos los tiempos, y además, protagonizada por una mujer.
Parece que si eres una chica, tiene que gustarte Lara Croft; al fin y al cabo, mejor o peor, no deja de ser un referente femenino dentro de los videojuegos. Uno que no va de rosa, ni es “cuqui”, ni busca enamorarse a toda costa, ni espera a que nadie la salve; pero el caso es, que a mí, jamás he sabido bien por qué, Lara nunca me ha llamado especialmente la atención. En realidad, la idea de una arqueóloga que va por el mundo descubriendo civilizaciones antiguas y tesoros me parece una maravilla… ¿A qué niña/chica/mujer no le parecería un juego interesante? Sin embargo, nunca he sido capaz de conectar con Lara, y creo que el problema viene de que nunca he sentido que Tomb Raider o Lara Croft se dirigiera a mí.

Descubrí a Lara porque mis amigos (chicos) jugaban a Tomb Raider; recuerdo que muchos de ellos colgaban posters de ella en su habitación y la definían, de aquella, como “la mujer perfecta”. También recuerdo la expectación, cada vez que iba a salir una nueva entrega del videojuego, no por el videojuego en sí, sino por saber quién sería la nueva modelo que le daría cara y cuerpo a Lara, y recuerdo presenciar debates sobre si la anterior o la nueva, era la más guapa, la más sexy, la que tenía mejor cuerpo… Porque reconozcámoslo, Lara Croft fue y sigue siendo, la fantasía erótica de mucha gente.


Durante mi adolescencia, para mí, Tomb Raider siempre fue un “juego de chicos” y Lara, otra modelo perfecta e irreal que me hacía sentir mal conmigo misma. Como os digo, era adolescente y no veía más allá; pero ahora entiendo que la pobre Lara no era únicamente la protagonista de Tomb Raider, sino el reclamo, el producto. El objeto de deseo corriendo en camiseta de tirantes y shorts; la fantasía empotradora (ya, ya sé que en los videojuegos Lara nunca ha empotrado a nadie; pero no creo que os cueste imaginarlo).
El caso es que cuando en 2010 saltó la noticia de un reboot de la saga de Lara, con un nuevo origen y una Lara más realista, me animé a darle otra oportunidad. ¿Sería verdad? ¿Realmente se iban a preocupar de que Lara Croft resultara un personaje realista?

En general, la primera entrega de esta nueva saga de Tomb Raider me pareció entretenida, el segundo me dejó bastante fría y en el tercero, no entendía la actitud de Lara.
En resumen, la “nueva” Lara no me pareció tan nueva. Cierto, ya no estaba TAN sexualizada; pero seguía siendo la chica joven y guapa en camiseta de tirantes rodeada de machos que querían hacerle daño. Tan inocente y novata que, en muchos momentos del juego me apetecía ponerle una mantita en los hombros, abrazarla y decirle “¡Eh! Todo va a salir bien. ¡Eres la prota!”. Y esa necesidad de querer proteger a Lara, me molestó profundamente; ya que su capacidad y habilidad, debería hacerme sentir confianza, no lástima.
Nos habían vendido que ésta iba a ser una Lara más realista, que conoceríamos sus orígenes y el por qué de su actitud y sus decisiones; pero lo único que yo vi fue una veinteañera sufriendo lo indecible. Si habéis jugado los últimos tres juegos, supongo que recordaréis las mil y una veces que Lara está al borde de la muerte… Casi se ahoga, se quema viva, se cae incontables veces, se clava un hierro en el vientre (herida que se tiene que cerrar con una punta de flecha candente), se queda atrapada en trampas, es atacada por animales salvajes, le disparan innumerables veces, secuestran y matan a sus seres queridos e incluso, como si todo eso no fuera poco, la primera muerte perpetrada por Lara es a un hombre que supuestamente intenta violarla…
¡Qué queréis que os diga! Para mí, lo más crudo del videojuego no fue la violencia en sí, sino las continuas humillaciones al personaje. ¿Era necesario verla sufrir TANTO?

Pensad por un momento, en títulos similares de videojuegos protagonizados por personajes masculinos… Ningún héroe protagonista tiene que pasar por todo lo que pasa Lara para resultar “realista” y “creíble”; y nadie pone en duda que no sea fuerte y capaz; sin embargo, parece que Lara debe justificar su capacidad a través de su sufrimiento, así, desde una lógica masculina, cuanto peor lo pase y menos se queje, más fuerte y más dura parecerá.
En otras sagas vemos cómo el protagonista (masculino) duda, fracasa, bromea, discute, se enamora…; en resumen, tiene una vida. Pero si os fijáis en Lara, parece como si ella no tuviera tiempo para vivir y disfrutar, sólo para luchar. Mientras que para otros protagonistas, sus aventuras los acercan a sus seres queridos; a Lara, sólo la alejan.
A medida que he ido escribiendo este artículo, me he ido dando cuenta de algo, que, de haberse contado durante estos tres últimos juegos, sí que hubiera hecho más realista y tridimensional a Lara, independientemente de su indumentaria. Si habéis jugado las tres entregas de la nueva saga, os habréis dado cuenta de que, a medida que avanza su historia. Lara se va volviendo más fría emocionalmente, más desconfiada y más imprudente.
La justificación de muchas personas es que con la experiencia, Lara se ha ido volviendo más letal e implacable, es una asaltadora de tumbas; pero también una despiadada asesina. ¿Qué ha hecho a Lara cómo es? ¿La pérdida de su madre? ¿El asesinato de su padre? ¿Su adolescencia? ¿Sus mentores? ¿El naufragio del barco? ¿La isla?… Ninguno y todos ellos a la vez. Lo que ha convertido a Lara en el ser que es, es la forma en que ha afrontado éstos hechos, o más bien, la manera en que ha evitado enfrentarse a ellos.
El trauma es un continuo en la vida de Lara Croft y haber sido capaces de hablar de este tema en su reboot de una manera abierta y descriptiva, sí que nos hubiera mostrado una Lara más realista y auténtica. Uno de los mayores errores en los que se cae cuando se desarrolla a un personaje, es confundir sensibilidad con debilidad. Así que cuando se quiere mostrar que un o una protagonista es fuerte, generalmente se le niegan cosas como las emociones, los vínculos seguros, la estabilidad… y se compensan con sarcasmo, sexo, violencia, dinero…